domingo, 26 de septiembre de 2010

Cuento del soldado anónimo

Panza al suelo se encontraban
remolineando entre escombros,
tapados que ni los hombros
de lejos se le notaban.
Hacía frío, bastante,
pero nadie se movía.
Allí esperaban el día
mientras los otros marchaban.

Pero en esa madrugada
sucedería otra cosa...
¡mierda! tan espantosa
que la quisiera olvidar.
Mas no lo puedo lograr
pues estuve en esa fosa.

Pasa que en la tarde antes
cené unas habichuelas,
y las malditas pilluelas
no llegaron a acomodar.
La panza me hizo aire;
no por miedo el que relata
pedorreaba hasta las patas
sin poder desagotar.

Llegó, pues, la madrugada
en trinchera del destino.
Antes de emprender camino
adelanté la retirada.
Los tiros... no era el enemigo...
Era yo que me cagaba.

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