jueves, 23 de noviembre de 2006

¡Celulares, pucho y café!

(Quintana/Matalón)

Desde lejos no se vé
lo que pasa acá...
No sé por qué
no me dejan volar.

Están todos muy tensos
en este lugar
si siguen apretando
nos van a asfixiar.

ya nunca sabremos
por donde hay que ir
para que no rompan
y nos dejen escupir
celulares, pucho y café.
¡Celulares, pucho y café!

Rebelión de la historia.
Rebelión en la historia.
Rebelión de la historia.
Rebelión en la historia.

Hay un amargo que te dice
lo que tenes que hacer
pobre tipo sus jefes
no lo dejan coger...

Sigue caminando con el celu allí,
y el hijo de puta sigue haciendo ring.
¡Celulares, pucho y café!
¡Celulares, pucho y café!

Más Acá

(Quintana/Matalón)

Soy un muerto que disfruta por las noches ir bailando
con una cintita al pecho y una flor en el ojal.
¿Y qué si te canto en los pisos de la noche?
En esta sucia vida no hay más nada que buscar.

Cuando estaba allá arriba todo me salía mal
hoy el barrio es tranquilo y no me puedo quejar.
Y aunque a veces extraño las miradas que me dabas
sale el sol, me voy a casa y te vuelvo a olvidar.

Soy un muerto que disfruta por las noches ir bailando,
cortando la pobreza de tener que suplicar.
A nuestro nuevo encuentro mi tumba me va llamando...
Los dolores se curan acá.

Atado a tu luz
despegado ahora en la oscuridad
astillando pensamientos donde se oculta el amor.
Quien dice donde se encuentra mi corazón,
tu daga clavada me lo partió.

Soy un muerto que disfruta por las noches ir bailando...
Atravesando paredes...
Esperando...
Que me alcances...
Más acá.

Esperando...
Que me alcances...
Más acá.

martes, 7 de noviembre de 2006

¿Cómo suena Bb?

Arbel vivía en el Barrio más por gusto que por necesidad. La casa de los viejos, después de todo, quedaba bastante cerca de la Facultad. Pero estaba fuera del Centro. Era un pero bastante importante para Arbel, ese. Si había algo que disfrutaba era el ambiente urbano. Y más el del Barrio, con su deliciosa mezcla de modernidad decadente y pasado histórico. ¿Que gastaba de más, sin necesidad, tal vez?

Tal vez, pero que rayos. Mientras pudiera pagarlo, pensaba seguir allí, en su depto. Y pensando esta y otras cosas se pasaba las tardes en el sillón del balcón, hablando solo y cebando sus amargos.

miércoles, 1 de noviembre de 2006

Una guerra en pos del Rey de Prusia

Arbel siempre gustó de su privacidad. Cuando llegaba a su depto no le gustaba que nadio lo molestara. Ese era su tiempo para sacarse del sistema las calenturas cotidianas. El proceso consistía de llegar, meterse en la habitación, echar la llave, tirarse en la cama y dejarse ir. Mirar el techo tumbado de espaldas mientras el mundo daba vueltas suavemente y se alejaba. Un ritual simple, como otros tantos que tendrán otros tantos y otras tantas para conservarse en sus cabales al menos un día más. Y la verdad, ¿qué hacer sin alguna suerte de exorcismo laico que retire del alma cansada las furias, las desilusiones, las injurias de cada día? En estas y otras cosas pensaba Arbel esas tardes en la cama, estirado a contraluz mientras lo invadía ese sentimiento de calidez. Le preocupada, por ejemplo, que sus compañeros de morada lo acusaran de orgulloso o apático por negarse a ayudarlos con el pesado yugo del desenfreno, tan común en esos días. Es que los pobres tipos están tan enajenados...

En esa época del año los ocasos del Trópico son aún más cortos de lo habitual, así que poco después de las seis, cuando Arbel se asoma a su habitación, el disco solar se retira plácidamente a las profundidades de la Bahía. Las luces de la calle (o al menos, las que funcionan) hacen algo por iluminar las aceras del Barrio, sobre las cuales se mueven ya algunos de sus más caracterísiticos personajes. Algunos hablan en la calle, otros se dirigen hacia el distrito comercial, el Centro... Están los que, como Arbel, aspiran el aire costero y atisban desde sus balcones como se duerme el día, como vive la noche despertando en su caótica mezcla de rumbos, callejones y esquinas. Una cuadra más alla, el antiguo edificio de Díaz y Co., todo un ícono del vecindario. Como otros tantos. Como lo será Arbel. Como otros tantos que no lo saben todavía.