domingo, 10 de octubre de 2010

Recuento narrativo del rol del gobierno en sus políticas sobre la criminalidad

Históricamente, la visión del gobierno al tratar con la criminalidad en Puerto Rico ha sido una de corte prohibicionista y punitivo. Aunque esta práctica se recrudeció y endureció aún más durante los últimos veinte años, la misma no es nueva. A principios del siglo XX encontramos una expansión del poder reglamentador y policíaco del Estado en todos los ámbitos de la vida del puertorriqueño, que se mantendría en aumento durante todo el siglo. Esta expansión en la injerencia del Estado trajo con sí la criminalización de patrones de conducta existentes, y que en muchos casos gozaban de aceptación tradicional.1 Así, durante las primeras tres décadas del siglo pasado encontramos la reglamentación o prohibición de actividades como la elaboración y venta de cigarrillos a domicilio, la fabricación de licor, las peleas de gallos, los juegos de azar, etc.2 

Sin aparantemente haber aprendido nada del rotundo fracaso que representaron las leyes anti-licor de la época de la Prohibición3, a mediados del siglo XX el Estado emprendió una campaña de criminalización de la marihuana; la cual fue apoyada por las llamas del pánico moral que se atizaba desde la prensa.4 La actitud prohibicionista por parte del Estado continuó su curso tanto en la esfera federal, donde el Congreso de los Estados Unidos de América aprobó la Ley de Sustancias Controladas5; como en la estatal, donde el Estado Libre Asociado de Puerto Rico puso en vigor una legislación homónima.6 

Una vez aprobada esta legislación, econtramos una escalada en la disponibilidad del Estado para usar la violencia en aras de forzar el cumplimiento de la misma. Se trató de una auténtica trascendencia del ámbito puramente policial a una abierta militarización del conflicto entre el Estado y el "criminal". No debe por tanto sorprendernos la declaración de una literal «guerra contra las drogas» que hiciera el Presidente Nixon el 17 de junio de 1971.7 Como parte de la «guerra contra las drogas», los Estados Unidos de América llevaron y llevan a cabo operaciones militares de interdicción en la zona del Centroamérica, el Caribe (Puerto Rico inclusive) y América Latina.8 

El término de la Guerra Fría llevó a un re-enfoque de los intereses de los Estados Unidos en la región del Caribe hacia unos que priorizan la lucha contra la inmigración ilegal y el narcotráfico. No debe por tanto sorprendernos que esta etapa se identifique con el endurecimiento de las políticas de seguridad del Estado. Respecto a esto, los profesores Rodríguez Beruff y Cordero plantean que “durante la década de los noventa [Puerto Rico] fue un laboratorio de las políticas más duras de la guerra contra las drogas”.9 La época de la «Mano dura contra el crimen» por tanto corresponde nítidamente con ese período de “política antidrogas sin limitaciones jurídicas”.10

La militarización de la lucha contra las drogas en Puerto Rico, no solo fracasó en sus propósitos, si no que a su vez generó una amplia gama de problemas. La intervención frontal de la Guardia Nacional, la Policía y las agencias federales en la ocupación de los residenciales públicos provocó “un significativo aumento de las querellas por abuso policial y otras violaciones de derechos civiles en la Comisión de Derechos Civiles.”11 En la década del 2000, “Continuaron las intervenciones en algunas comunidades con tácticas militares y las denuncias de violaciones, pero con menor frecuencia que en los noventa. La muerte del joven Anthony Hernández de 17 años el 1 de enero de 2000 se convirtió en emblemática de los excesos que ocurrían en esas intervenciones.”12 

La violencia del Estado en estas intervenciones, causó, como era de esperarse un gran resentimiento en las comunidades afectadas, que en su gran mayoría ya se encontraban agobiadas por una diversa gama de problemática social y económica. En vez de mitigar las llamas de la criminalidad, parece haber avivado la espiral de violencia.13 La ausencia de un enfoque salubrista para atender los problemas de drogodependencia y la obstinación del Estado en un enfoque prohibicionista, punitivo y violento son problemas que no parecen tener solución en el futuro cercano. Las expresiones del actual superintendente de la Policía, en las cuales ratifica su intención de “utilizar fuego contra fuego”14 auguran que el aguardado cambio de paradigma en las políticas sobre criminalidad del Estado tendrá que seguir esperando.

1 Picó, Fernando. (2003). Los gallos peleados. San Juan: Ediciones Huracán. pp. 47-48.
2 Íd., pp. 48-60.
3 A este respecto citaremos un artículo del Programa del Partido Liberal para 1932: «Prohibición. Abogaremos por la derogación de las leyes prohibicionistas en Puerto Rico. La experiencia ha demostrado que la Prohibición es un fracaso completo, habiendo fomentado el vicio del alcohol en vez de disminuirlo, y creando, además, una verdadera falange de defraudadores del erario y violadores de las leyes penales con grave peligro del orden social, puesto que la comisión diaria de delitos que permanecen impunes y enriquecen al delincuente es la mayor fuente de disociación en la vida pública de la comunidad.» (énfasis nuestro). Bolívar Pagán, según citado en Escribano, R.A. (2002). FUMAndoMAFÚ: materiales para la historia de la mariguana en Puerto Rico. Logofilo. p. 10.
4 Consultar a modo de ejemplo «Meyers, J.A. (1945, julio 8). La marihuana: embriaguez de la locura y de la muerte. Periódico El Mundo. pp. 2, 10.», «Editorial. (1949, junio 18). El demonio de la marihuana. Periódico El Mundo. p. 6.» y Cruz Cruz, A. (1949, junio 25). El Juez federal Chávez habrá de ser riguroso contra uso marihuana. Periódico El Mundo. pp. 1, 14.»
5 «Controlled Substances Act», Título II del «Comprehensive Drug Abuse Prevention and Control Act of 1970», Pub. L. No. 91-513, 84 Stat. 1236 (Oct. 27, 1970).
6 Ley de Sustancias Controladas de Puerto Rico, Ley Núm. 4 del 23 de junio de 1971, 24 L.P.R.A. 2101 et seq.
7 Timeline: America's War on Drugs. (2007, April 2). National Public Radio. http://n.pr/TgMek
8 La guerra contra las drogas proveyó también la oportunidad perfecta para avanzar otros objetivos de política exterior, como las acciones de contrainsurgencia en la región. Estados Unidos siempre ha encontrado la forma de vincular la guerra contra las drogas con sus intereses hegemónicos de turno. Primero fue pantalla de la lucha contra el comunismo, como ahora lo es de la lucha contra el llamado narcoterrorismo  Cfr. «Schwaller, S. (2008, Dec 14). Operation Just Cause: the Invasion of Panama, December 1989. Army Heritage and Education Center. http://bit.ly/bB4hqw» y «Flounders, S. & Gutierrez, T. (2002). War In Colombia: Made In USA. Estados Unidos: International Action Center.»
9 Rodríguez Beruff, J. y Cordero G. (2005). La Tercera Frontera: La guerra contra las drogas en el Caribe y Puerto Rico. p. 1. http://umbral.uprrp.edu/materiales/conferencias-21
10 Íd., p. 54.
11 Íd., p. 56.
12 Íd., p. 58.
13 En «Suárez Torres, L. (2008, septiembre 21). La violencia se aprende en familia. El Nuevo Día. http://www.elnuevodia.com/diario/noticia/puertoricohoy/noticias/la_violencia_se_aprende_en_la_familia/461210» la Dra. Dora Nevárez Muñiz plantea: “Los jóvenes que tienen 15 ó 16 años, que se criaron con la política pública de “Mano dura contra el crimen” y “Escuela libre de drogas”, son los gatilleros de hoy y están en las instituciones por delitos graves. Datos del 2004 revelan que al momento de cometer el delito todos eran desertores escolares y habían sido víctimas de abuso y negligencia en el hogar.”
14 Figueroa Sancha anuncia mano dura contra el narco. (2010, agosto 23). El Metro: Periódico digital dominicano. http://www.elmetrodigital.com/news/123/ARTICLE/16502/2010-08-23.htm

martes, 5 de octubre de 2010

De los Odiadores de Gatos

Este post proviene, con algunas modificaciones, de un cuaderno encontrado mientras limpiaba mi habitación. La primera iteración del mismo data de allá y para marzo de 2009.

Entre tantas cosas en el mundo que no tienen razón de ser, un grupo en específico capta poderosamente la atención. Se trata de un conjunto de individuos con características dispares, pero unidos por un negro propósito que ejecutan en cada oportunidad que tienen, y cuya proyección como grupo ha mutado continuamente pero sin nunca mudar su esencia. Se trata de los Odiadores de Gatos.

Los orígenes de tan oscura secta se pierden en los albores de la Historia. Ya en la Edad de Piedra encontramos ejemplos, que nos llegan atestiguados por pinturas rupestres, de sacrificios rituales de felinos. Durante la Antigüedad, los Odiadores de Gatos se dedicaron a elucubrar perversas teorías que responsabilizaban a los mininos por todos los males del Universo. 

Tras el advenimiento de la era cristiana, sería uno de sus dogmas que un gato, y no una serpiente, habría tentado a Eva en el Paraíso. Esto desembocó en las grandes persecuciones felinas de la Edad Media, en las cuales millares de gatos inocentes murieron quemados en la hoguera, vilipendiados y falsamente acusados por los antecesores del Emperador Ratzinger.

Hoy día el antigatismo ha tomado formas más sutiles, pero por cuanto más insidiosas. Todavía hay quienes suscriben la vieja doctrina de que los gatos controlan los medios de comunicación y/o que se comen a los niños crudos. Otros aseguran que los mininos fueron los autores intelectuales de los 11 de septiembre, además de causar el calentamiento global y que se tapen los caños.

Pero los Odiadores de Gatos no son en su mayoría locos que adhieren a teorías conspiratorias. De hecho, ni siquiera son estos los mayores cultores del antigatismo. Más bien son víctimas. Tontos útiles. Hoy día el odio hacia los gatos se ha institucionalizado en el mundo académico, racionalizado por pseudo-académicos revisionistas que adhieren a la doctrina y se aprovechan de las maleables e impresionables mentes que le confiamos.

Y mientras tanto, siguen pontificando y envenenando el mundo con sus actitudes intolerantes hacia tan dignos y nobles seres. Una lástima. Que se los trate con todo rigor.