martes, 20 de marzo de 2007

El lobo feroz glance

No bien dan vuelta a la esquina y aparecen sobre el pasillo unas apetecibles piernitas bien torneadas, debidamente expuestas por su voluptuosa dueña, que las cabezas calenturrientas de la monada se voltean y gruesos goterones de masculina saliva luchan por escapar la custodia de sus bocas. La tortícolis se apodera e impide al cuello cualquier movimiento que aparte la vista de la sublime colita que enmarcan esas caderas peligrosas. Y la monada, hinchas de Boca, aspirantes a funcionarios, se agita y deshace en aullidos interiores mientras el lupino instinto trepa por nervios y se aloja en la mirada estrecha y lasciva de cánido hambriento...

Y así como vino, se va la minita, y vuelve el mar de hormonas revueltas a su nivel. La monada vuelve a ser gente, al menos por un rato más. Chicos... ¡A disimular un poco, eh!